Hace unos días
la empresa mandaba un comunicado dándonos las gracias por haber conseguido "entre
todos" que el teatro Real fuera nombrado la tercera institución cultural
del país. Cualquier nombramiento en ese sentido es bueno para los fines
publicitarios de la empresa, aunque los trabajadores sigamos sufriendo un trato
indigno por parte de una institución de ese supuesto rango.
Los últimos
refuerzos han venido con contratos diarios para ahorrarse el pago del
complemento por desplazamiento de horario; a quienes promocionan temporalmente
se le descuentan pluses y no se les abona lo que les correspondería durante sus
libranzas; seguimos comiendo hacinados porque nadie resuelve el problema de la
cantina; somos obligados a venir a trabajar en nuestros días libres; se permite
o impide el acceso de nuestros familiares a los ensayos dependiendo del cargo
que ostentemos en la empresa; no se nos facilita por igual el acceso a cursos
de formación... Los firmantes de estas felicitaciones, con tal de lograr sus
objetivos, se confabularon para empeorar nuestras condiciones laborales, reducir
nuestros salarios, denunciarnos y despedirnos. Es muy cínico que pretendan
lavar su imagen con quienes conocemos de primera mano sus cutres métodos.
Otras
instituciones tratan a sus empleados con la merecida consideración, pero el
Real se olvida de que somos un pilar básico en la labor que desarrolla. Al
igual que la mano de obra es un mal necesario para el capitalismo, los técnicos
lo somos para quienes gestionan la cultura de élites que representa este teatro.
Aunque públicamente nos elogien en realidad nos desprecian y nos soportan
solamente porque somos una herramienta necesaria para sus fines. La ópera es
clasista y no iban a serlo menos sus gestores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario