martes, 5 de abril de 2016

Hace unos días la empresa mandaba un comunicado dándonos las gracias por haber conseguido "entre todos" que el teatro Real fuera nombrado la tercera institución cultural del país. Cualquier nombramiento en ese sentido es bueno para los fines publicitarios de la empresa, aunque los trabajadores sigamos sufriendo un trato indigno por parte de una institución de ese supuesto rango.

Los últimos refuerzos han venido con contratos diarios para ahorrarse el pago del complemento por desplazamiento de horario; a quienes promocionan temporalmente se le descuentan pluses y no se les abona lo que les correspondería durante sus libranzas; seguimos comiendo hacinados porque nadie resuelve el problema de la cantina; somos obligados a venir a trabajar en nuestros días libres; se permite o impide el acceso de nuestros familiares a los ensayos dependiendo del cargo que ostentemos en la empresa; no se nos facilita por igual el acceso a cursos de formación... Los firmantes de estas felicitaciones, con tal de lograr sus objetivos, se confabularon para empeorar nuestras condiciones laborales, reducir nuestros salarios, denunciarnos y despedirnos. Es muy cínico que pretendan lavar su imagen con quienes conocemos de primera mano sus cutres métodos.

Otras instituciones tratan a sus empleados con la merecida consideración, pero el Real se olvida de que somos un pilar básico en la labor que desarrolla. Al igual que la mano de obra es un mal necesario para el capitalismo, los técnicos lo somos para quienes gestionan la cultura de élites que representa este teatro. Aunque públicamente nos elogien en realidad nos desprecian y nos soportan solamente porque somos una herramienta necesaria para sus fines. La ópera es clasista y no iban a serlo menos sus gestores.





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